
Ya se sabe; cosas de mujeres... Ay, Manuel, ayúdame, que no puedo coger mucho peso, y ahí que va uno, condescendiente y resignado a cada bola que se le cae en la mismísima crisma. Espumillón por aquí, horterada por allá y, como éramos pocos, parió la Santísima Virgen, acompañada de toda la corte de figurillas, cada una de su padre y de su madre. Al cabezón ese lo jubilo ya, que le tengo una hincha...pues, ¿no está, el condenado, tan tranquilo, retándome entre tanta algarabía? Y con el
andeandeande clavado en el sentido y el
pobreticosmíosqueloveaniluminado, hay que arreglar cada año las dichosas lucecitas, que no sé por qué causa misteriosa (por tedio, diría yo), se resisten a funcionar. ¿La marimorena? ¡La marimorena la tengo liada en mi casa! Y yo el único borriquito al que se le arrea. ¿Y el pavo? Servidor mismo, que no le gusta y se lo come. Pero, ¿cómo puede la tradición ser un ritual tan exacto? A mí con un sanjacobo, como a los niños, y va que chuta. Y que me den un matasuegras también, a ver si hace honor a su nombre y me quedo más a gusto que el mundo...Encima, cariño, controla esos dulces, ¿qué colesterol voy a tener si, por quemar, quemo cada diciembre hasta los cables del ar-bo-li-to? Saca los polvorones y la leche para los camellos; mete los polvorones y la leche para que el tonto haga el paripé y se coma algo, medio dormido, dejando pruebas tangibles de que los Magos de Oriente han disfrutado de la hospitalidad brindada; y con un ojo abierto y las ganas cerradas, toca maldecir las nuevas tecnologías que me mantendrán atado al día siguiente, porque Manuel, angelitos, ¿los vas a dejar con la miel en los labios sin que puedan jugar? Y allí está su padre, que alas no tiene, luchando con endemoniadas instrucciones, ni que hubiera que hacer un máster para entenderlas...¡Hasta dónde vamos a llegar! Anda que...¡bendito colegio! Eso sí es un redil y sin pastorcitos...
Y ahora...
Si pudiera ver sólo una estrella alumbrando estos cipreses...