miércoles, 31 de octubre de 2007

viernes, 26 de octubre de 2007

REB(V)ELARSE

Está lloviendo. Llueve. Llueve mucho. Salgo a la terraza a airear entre las olas el silencio insoportable que me entumece los dedos. Necesito vomitar palabras, escupirlas de la garganta donde permanecen pegadas. La nada clavada en la carne...Mientras escribo esta frase, recuerdo a mi madre y sus milagrosos trozos de pan para estos menesteres, sin migas, nena, la corteza, San Blas, San Blas, que se ahoga este animal, y sí...
Sigamos. Voy fuera y respiro el aire frío. Lo mejor será dormir, que le den a la poesía. Aspiro con fuerza el cigarro y, al lanzar el humo al vacío, la vista, de una zancada, se planta en una toalla solitaria, tendida en la azotea de enfrente. Es de esas que son la delicia de quienes tumban su amor en la arena o de los frioleros que se cubren hasta las orejas cuando el poniente no deja de recordarles que han salido del agua o, da igual, es una toalla cualquiera, qué más da, pero yo sonrío como si hubiera descubierto una solución a mis pesares. Apago el cigarro con la urgencia del que sabe que le esperan en un coche donde no se puede fumar y reconoce que vale más ese encuentro que el placer de la última calada. La rescato del tenderete antes de que el viento arrastre su secreto por los suelos y vuelo a la cama. Acurruco los silencios en el terciopelo de sus rayas y, luchando con los párpados abiertos ante el despliegue de colores, voy durmiendo las historias que me invento bajo ella.

sábado, 13 de octubre de 2007

LLUEVO


Gota a gota
teclean las ventanas
tartamudeos de cristal,
tictases de una arritmia
instalada en los sentidos.
Allí fuera los paraguas
centellean arcoiris
turbios en mis retinas
porque me llueves contigo
y en tus escaparates
no hay ningún impermeable
que esté de oferta.

jueves, 4 de octubre de 2007

ESPEJO


A las siete de un silencio engalanado con maquillaje y purpurina, el reflejo duele en los mismísimos ojos. Se clavan. Me clavo en ellos. Tónicos, mascarillas, limpiadores borran huellas que han sido ausencia desde el instante justo en que me impregnaron la piel, aunque me pulsen los poros. La imaginación no vence a lo efímero de una belleza tan duradera - tan desoladora- como lo que tarda una boca en huir del rojo que la persigue.

Las burbujas del cristal se enfrentan al zigzag de la mirada que, picarona, sonríe cuando la rebeldía de un rizo me recuerda que a borbotones sigue bullendo la vida.