miércoles, 12 de septiembre de 2007

REDES


Se perdían sus ojos quién sabe dónde cuando me contaba que había una vez un joven que salió al mar en una mañana de otoño. Las redes y un bocadillo eran su única carga. Ya bebería si le entraba la sed, no sería por falta de agua, frase en la que, mirándome fijamente, dejaba escapar esa media sonrisa tan elegante en su boca. Cómo cambió su escueto equipaje por otra pequeña barca bien provista de atún, no lo sabremos nunca, pero engatusaba mi sorpresa infantil introduciendo en la historia a una sirena con la que hizo el trato.
Los aparejos de pesca no aparecieron, ni, como era de esperar, la muchacha que lo enredaría a su canto en el fango marino, pero cada octubre duermen en un lecho de hojas secas esas barcas que sólo mi abuela y yo vemos.

3 comentarios:

Pigmalión dijo...

No dejes de creer en la sonrisa elegante de tu abuela.

Las historias de amor con sirenas son ciertas y tan intensas que cada Octubre habrá jovenes, y no tan jovenes, que se hundirán en el fango dejando todo su equipaje varado para siempre en un lecho seco.

Y, para no olvidarlo, sigue mirando con esos mismos ojos y verás como la barca pierde poco a poco su color.

P.D: La fotografía preciosa, evoca recuerdos.

Rocío dijo...

Bueno, lo de la sonrisa elegante no deja de pertenecer sólo a una historia ficticia.

Me alegra que te guste

Pigmalión dijo...

Si tú así lo afirmas creeré que la sonrisa era ficticia.

Pero yo te aseguro que las historias de amor con sirenas son totalmente ciertas. Si miras bien bajo la superficie con los ojos del alma, la podras ver jugando desnuda bajo las aguas cristalinas abrazada a su enamorado. Yo la vi una vez.